Hay momentos, a veces breves, otras veces eternos, en los que uno siente que navega contracorriente. Las cosas no fluyen y parece que todo se pone en contra. En días como esos vamos cargando en la mochila frustración, rabía, incluso odio, quién sabe…Ante esta situación caben dos posturas: cargar con todo ese peso o convertirlo en energía.
La energía lo es todo. Somos energía. Cualquier estímulo es susceptible de desencadenar una respuesta, positiva o negativa. La situación más sencilla, por lo tanto la más común, es que los estímulos postivos generen en nosotros energía positiva. Cuando todo es fácil, cuando estamos ilusionados, cuando no hay dificultad… la energía positiva fluye porque no hay que hacer nada. Simplemente las cosas funcioanan.
Cuando el estímulo es en orgien negativo, cuando las cosas se complican, cuando todo está en contra… nada funciona… nos desenfocamos y perdemos fuerza. Esto sucede porque los estímulos negativos, al contrario que los positivos, precisan de acción. Necesitan ser convertidos. Hay que cambiarles la polaridad.
La frustración, la rabia, el enfado… son fuentes terriblemente potentes de energía.
De vago-runer.
Simplemente, como sucede en ocasiones con el agua, hay que potabilizarlas para poder consumirlas. Algo que por naturaleza te puede hacer mal es susceptible de ser usado para hacerte crecer. Cada gota de energía que se distila de un mal momento marca la diferencia. Cada dificultad que superas te convierte en una persona más fuerte.
Correr es el catalizador que uso para jugar a la alquimia con las emociones. La mente domina al cuerpo. Cada zancada se nutre de la energía que convierto dentro de mi. Es mi momento. Solos mi fuerza interior, el camino y yo… running en estado puro, sin promedios, sin kilómetros, sólo conexión entre la mente y el cuerpo, todo fluye…
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